El otro día viendo este anuncio, se me ocurrió tratar este tema tan interesante.
¿Conoces el Efecto Pigmalión o Profecía autocumplida?
El origen de este efecto puede encontrarse en la mitología griega. Pigmalión fue un escultor que se enamoró de Galatea, una estatua que había creado con sus propias manos. Tal era el amor que le profesaba que la trataba como si estuviese viva. Afrodita, al ver el amor que éste sentía por la estatua, decidió convertirla en una mujer real.
Este hecho fue denominado como el efecto Pigmalión, el creer que la estatua estaba viva hizo que finalmente llegase a estarlo.
Ocurre a veces que lo que pensamos se cumple, como si fuera una profecía. Si creemos que algo va a salir mal, seguramente será así, pero no es que seamos adivinos, es que nos boicoteamos a nosotros mismos.
Cuando tenemos una convicción ponemos en marcha acciones encaminadas a que la realidad se ajuste a ella y esto pasa para lo bueno y lo malo, y en muchos contextos.
Por ejemplo, en la escuela, se ha comprobado que las expectativas del profesor influyen sobre el rendimiento de los alumnos, ya que éstos tienden a realizar lo que se espera de ellos.
Las expectativas positivas y realistas del educador potencian las capacidades latentes de los alumnos, aumentando la participación y el rendimiento.
Del mismo modo, este efecto puede darse en el ámbito familiar. Si a un niño «travieso» se le repiten frases como «eres malo» o «te portas mal», acabará identificándose con esa etiqueta y como su entorno espera que se comporte mal, lo hará.
Pero no pensemos que ésto sólo afecta a los niños y adolescentes. Es un efecto que puede ocurrirnos en cualquier momento, ya que está fuertemente ligado a la autoestima y al autoconcepto, es decir, la imagen que tenemos de nosotros mismos. Si ésta es frágil, estaremos expuestos al efecto de la profecía autocumplida en cualquier etapa de nuestra vida.
«Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido». Albert Einstein